La presencia real de Kafka en nuestros días, su actualidad y su visión profética cobran en esta nueva obra sobre sus dibujos una sugerente expresión plástica de su cosmovisión literaria.
Según indica el artículo publicado en El País Digital, "Kafka tenía que confiar su obra póstuma a quien no iba a querer cumplir su última voluntad". Probablemente consciente de su valor, Kafka se mostró muy inflexible con su desatendida obra gráfica. Escribió a su amigo Max Brod: "Todo lo dibujado, etcétera, incluso todo lo escrito y dibujado que tú poseas debe ser quemado de forma inmediata". Que no se olvidara de los dibujos parece indicar una voluntad -engañosa, en atención a la observación de Benjamin- de no dejar, tras su muerte, un reguero de impulsos en lugar de una obra satisfactoria.
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