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sábado, 24 de julio de 2010

SALINGER Y SU OBRA

Huidizos: la orden del silencio
Extractos del artículo de Jesús Marchamalo publicado en Blanco y Negro Cultural, 23 de octubre de 2004

En 1944, el joven Jerome David Salinger estaba en Inglaterra. Pertenecía al servicio de espionaje militar del Ejercito estadounidense, y había sido asignado al Duodécimo Regimiento de la Cuarta División de Infantería con la que, unos meses más tarde y ya ascendido a sargento desembarcaría en la playa de Utah, en Normandía.

Nacido en Nueva York, en 1919, antes de ser llamado a filas había estado enrolado en un barco, había viajado por Europa y, tras un curso de escritura en la Universidad de Columbia, había publicado algunos relatos en periódicos y revistas.

En Inglaterra, mientras su compañía aguardaba la orden de embarcar, escribió dos cuentos que envió al Saturday Evening Post. Uno de ellos, El último día del último permiso, se publicó a primeros de junio, mientras su unidad, con unas enormes pérdidas, combatía a las afueras de Cherburgo.

Con ese cuento guardado en la mochila entró en agosto de 1944 en París, con las primeras tropas norteamericanas que liberaron la ciudad. En el hotel Ritz coincidió con Ernest Hemingway, que trabajaba entonces como corresponsal de guerra. Los dos simpatizaron de inmediato, y Salinger le entregó el relato para que lo leyera.

En los meses siguientes continuó escribiendo y, mientras la duodécima participaba en la batalla de las Ardenas, en el invierno de 1945, con las botas empapadas en barro y literalmente congeladas, Salinger enviaba poemas al New Yorker.

Nadie sabe a ciencia cierta qué le ocurrió a aquel espigado sargento -medía casi uno noventa-, de pelo negro y nariz prominente, pero al terminar la guerra, con 26 años, fue tratado de estrés de combate, se casó con una mujer alemana, una funcionaria subalterna del partido nazi de la que se separó casi nada más regresar a casa, y en 1951 publicó El guardián entre el centeno. Ese año realizó algunas entrevistas, no muchas, de promoción, y desde entonces no ha vuelto a hablar con los periodistas. Una de sus imágenes más conocidas es ésa captada en 1988 en la que aparece con el rostro desencajado, delgado, el pelo blanco, amenazando con el bastón al fotógrafo que acaba de retratarle.

Tras una verja impenetrable



En 1952, se retiró a una granja en Cornish, New Hampshire, rodeada por una verja de casi dos metros de altura, impenetrable, a resguardo de miradas indiscretas. Después de El guardián entre el centeno publicó apenas un par de recopilaciones de cuentos, y desde los primeros sesenta se sumió en un silencio narrativo que continúa hasta hoy. «Nadie sabe por qué Salinger deja de escribir, yo sugiero que es el miedo a repetirse, o más bien la conciencia de que va a repetir lo que ya había contado». ...

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